Pioneers Wall: los exploradores del futuro gastronómico
En el Culinary Institute of Barcelona nos gustan los rituales. No es un capricho ni una tradición vacía de significado. Los rituales construyen identidad, nos recuerdan de dónde venimos y nos proyectan hacia el futuro. Son la piedra angular de cualquier cultura que se precie de ser fuerte y coherente. En el CIB, cada ritual tiene su razón de ser, y el que celebramos cada cuatro meses es uno de los más simbólicos: el Pioneers Wall.
El ritual del Pioneers Wall
Pioneers Wall es el momento en el que colgamos en la pared la foto de la promoción más reciente. Parece un gesto sencillo, pero encierra un significado profundo. Con esta acción, reconocemos a quienes han decidido sumarse a nuestra comunidad y asumir el reto de formarse con una mentalidad diferente.
Cada generación que llega al CIB no solo aprende a cocinar. Aprende a liderar, a transformar la gastronomía, a cuestionarse lo establecido y a innovar. Pero lo más importante es que cada alumno que pisa esta escuela se convierte en un pionero. Y no es casualidad que usemos esa palabra.
¿Por qué pioneros?
El origen de este ritual se encuentra en la historia de la carrera espacial. En los primeros años de la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética por conquistar el espacio, se creó el programa Mercury. Su objetivo era simple y, al mismo tiempo, colosal: lanzar a un ser humano al espacio y traerlo de regreso sano y salvo. Algo que nadie había hecho antes.
Era un reto inmenso. No solo estaba en juego el prestigio de una nación, sino también la vida de quienes se atrevieran a intentarlo. En ese momento no existía la profesión de astronauta. Nadie se había preparado para algo así. La NASA tuvo que buscar voluntarios entre los pilotos de la Fuerza Aérea, y ahí está la gran lección. Cuando presentaron la propuesta, era imposible saber si sería un éxito o un desastre. A aquellos pilotos les dijeron que se subirían a una cápsula minúscula, cuyo habitáculo era de un tamaño poco mayor al de una lavadora, y que serían lanzados al espacio sobre un misil de más de treinta metros de altura. Que darían algunas vueltas a la Tierra y luego tendrían que maniobrar la nave para reingresar en la atmósfera convertidos en una bola de fuego. Que caerían en caída libre hacia el océano y que, si todo salía bien, unos paracaídas se abrirían a tiempo y un equipo de rescate los encontraría en algún lugar indeterminado del mar.
Era una locura. Un salto al vacío sin garantías. Sin embargo, cientos de pilotos se ofrecieron voluntarios. De ellos, seleccionaron a siete. Siete hombres dispuestos a arriesgarlo todo por hacer historia. Sin embargo, había un detalle: el programa Mercury tenía solo seis misiones planificadas. Eso significaba que al menos uno de ellos nunca llegaría a volar. Pero en lugar de verlo como un obstáculo, decidieron convertirlo en un símbolo. Todos los vuelos llevarían el número siete en honor a sus compañeros. Porque, aunque solo subiera uno, lo hacía en nombre de todos. Así nacieron los Siete del Mercury.
Los alumnos del CIB son pioneros
En el CIB hicimos nuestra esa historia. Nuestros alumnos también son pioneros. Son personas que han decidido transformar la gastronomía, liderar con una mentalidad diferente, cocinar de manera más saludable y sostenible, y buscar una trascendencia más allá del éxito personal. Cada uno de ellos representa a toda la comunidad.
Por eso, cada cuatro meses, realizamos el ritual del Pioneers Wall. Es un momento breve, de apenas cinco minutos, pero cargado de significado. Un alumno de la promoción más veterana y otro de la más reciente descubren y cuelgan en el muro la foto de la nueva generación que ha llegado unas semanas antes. Es un gesto simbólico, un relevo. Cada grupo que llega a nuestras aulas forma parte de algo más grande. No son simples estudiantes de cocina. Son CIBers.
En el CIB, nuestros alumnos saben que están viviendo una experiencia educativa única en el mundo. Nuestra metodología es experimental, pero probada con éxito. No formamos profesionales convencionales. Formamos pioneros. Y eso se nota desde el primer día.
La pared del Pioneers Wall ya no es solo una, sino dos, y probablemente pronto serán más. Cada generación deja su marca, se une a una historia que se sigue escribiendo. Porque en el CIB no solo formamos cocineros. Formamos exploradores del futuro gastronómico.