Cooking Tomorrow: cocinando la formación docente del futuro
En los recientes meses pasados, hemos tenido una evidencia muy tangible y palpable de lo que muchos críticos y analistas venían señalando desde hace tiempo (como Sir Ken Robinson ya el 2006 con su presentación “Las escuelas matan la creatividad”), sobre la necesidad de adaptar y actualizar el cómo, qué y por qué de los procesos de enseñanza-aprendizaje a nuevas realidades y necesidades que un futuro complejo exigirá. Las aplicaciones tan diversas de herramientas de inteligencia artificial han irrumpido en muchos ámbitos de la sociedad a una velocidad inesperada, han creado cambios profundos y han generado sacudidas no previstas.
El hecho de que las personas no distingamos lo qué es real y qué no, tiene unas consecuencias a las que no nos hemos enfrentado nunca.
De todo esto, lo más significativo, según Geoffrey Hinton, uno de los creadores y padrino de esta tecnología, es la dificultad que tendremos los humanos para diferenciar qué es verdad y qué no lo es. Hasta ahora teníamos unas personas e instituciones a quienes habíamos otorgado el poder y la credibilidad de ser los validadores de las certezas y las verdades, de una manera u otra. Pero ahora mismo, ya tenemos ejemplos donde es imposible distinguir si una noticia, artículo científico o vídeo es real o no. El hecho de que las personas no seamos capaces de distinguir qué es real y qué no, quien ha creado aquella información y con qué finalidad, tiene unas consecuencias imprevisibles a las que nunca nos hemos tenido que enfrentar.
Y este detalle puede hacer tambalear por completo una de las funciones de la enseñanza, la relacionada con el conocimiento y la relacionada con el pensamiento crítico. Nos fuerza, a una mayor velocidad de la prevista, a poner mucho énfasis en ayudar a los alumnos a entender un mundo cambiante, sin que aún tengamos suficientes recursos ni herramientas para dar detalles de las consecuencias, ni ejemplos, ni soluciones concretas que les sirvan de referencia.
Lo que ayudará a estos niños y niñas a hacer frente a tanta diversidad de escenarios serán las habilidades laterales que les preparen para ello.
El Foro Económico Mundial, en su informe “The Future of Work”, nos ilustra esta incertidumbre con un ejemplo concreto: un 23% de los puestos de trabajo cambiarán de aquí al 2027, con la creación de 69 millones de nuevos puestos de trabajo y la eliminación de otros 83 millones. Si esto pasará en un periodo de 4-5 años, ¿para qué sociedad y futuro profesional tendremos que preparar al alumnado que ahora tiene 6 - 12 años y que todavía tardará unos diez en incorporarse en el mundo laboral?
Por lo tanto, más que aprender unos conocimientos específicos, lo que será realmente necesario y ayudará a estos niños a hacer frente a tanta diversidad de escenarios, a poderse adaptar a los cambios constantes y seguir evolucionando, serán las habilidades laterales que los preparen para ello.
En este contexto, seguramente también habrá que cambiar el referente de calidad educativa que teníamos hasta ahora. Los estándares de calidad, los tests nacionales y europeos de medida de nivel y otras referencias de los sistemas educativos, quedarán rápidamente obsoletos a medida que para evaluar la calidad haya que medir en qué grado los alumnos están consiguiendo desarrollar ciertas habilidades y son capaces de adaptarse y hacer frente a los cambios. En este marco, si muchas evidencias apuntan al hecho de que la calidad educativa depende directamente de la calidad docente, también habrá que replantear y analizar las referencias que utilizábamos hasta ahora para medir esta calidad. En nuestro caso, el CIB · Culinary Institute of Barcelona, es una escuela de cocina, creatividad e innovación creada hace cinco años con la mirada ya puesta en este nuevo contexto. Uno de nuestros objetivos es ayudar a los alumnos a entender esta complejidad y sobre todo a despertar unas inquietudes y curiosidades que los mantenga atentos y en alerta para buscar aquellos recursos y herramientas que mejor los ayuden a dar respuesta a las diversas situaciones y problemáticas con que se enfrentarán.
El contexto educativo de nuestra institución posiblemente no es el estándar, pues aproximadamente un 85% de nuestros formadores no son profesionales de la educación (maestras, docentes o profesores) sino que son profesionales de ámbitos muy diversos que vienen a nuestra institución educativa a compartir su conocimiento y experiencia profesional. A pesar de que esto nos aleja de muchas prácticas o estrategias ya estandarizadas para la formación y mejora docente, seguimos igual de interesados y preocupados por la calidad docente y la calidad educativa que el resto de instituciones, pero lo tenemos que enfocar desde perspectivas más heterogéneas.
Únicamente si somos capaces de probar muchas cosas y aprender de aquellas que no funcionan, podremos seguir evolucionando.
Nuestro punto de partida es diferente de los otros centros, pues la mayor parte de la población docente de nuestra institución no ha recibido nunca ningún tipo de formación pedagógica. Este hecho, de todos modos, no nos ha impedido nunca trabajar por la excelencia docente y educativa en todos nuestros programas y al tener muy pocos referentes de centros similares que nos den pistas u orientaciones, nos ha tocado ir aprendiendo y mejorando a base de ensayo-error. Únicamente si somos capaces de probar muchas cosas y aprender de aquellas que no funcionan, podremos seguir evolucionando.
Algunas de estas acciones las resumimos a continuación, entendiendo que nos queda mucho camino por recorrer para hacerlas realmente eficientes y efectivas:
– Creación de una comunidad docente y sentimiento de pertenencia: al ser profesionales de ámbitos muy diversos donde algunos solo tienen en común que comparten unas sesiones de formación en nuestro centro, crear este sentimiento de comunidad y vínculo es muy importante para la cultura de centro y su actividad docente.
– Formación docente: promovemos claustros de profesorado que siempre vayan acompañados de alguna actividad formativa y de crecimiento personal y profesional. Y a la vez estamos diseñando un plan de formación continua en línea que tenga un alcance más amplio y continuo a lo largo del tiempo.
– Oficina de apoyo al profesorado: hemos establecido un proceso de apoyo y acompañamiento metodológico y de práctica docente para ayudar al profesorado a ampliar las herramientas y dinámicas de aula que le permita ofrecer una docencia centrada en el alumnado, más participativa y donde la experimentación y el hecho de aprender haciendo, se integren con naturalidad.
– Mirada al futuro: del mismo modo que lo hacemos con nuestros alumnos, también con nuestros docentes; queremos acercarlos a esta mirada al futuro para estar atentos a los cambios y tendencias, así como facilitarles inputs inspiradores de ámbitos muy diversos (algunos tecnológicos y otros más relacionados con la experiencia de usuario), que puedan enriquecer su tarea profesional.
– Infraestructuras de apoyo al profesorado: las aulas y los espacios han sido diseñados para apoyar la metodología y que el docente tenga flexibilidad en su uso y aplicación. Desde sillas con ruedas que permiten reorganizar los espacios de aula, el uso de traducción simultánea dentro de las aulas o tener varias pantallas de proyección para facilitar que todos los alumnos vean el apoyo audiovisual si están sentados en círculo, por ejemplo.
En definitiva, la formación docente tiene que estar muy alineada con estos cambios de paradigma que algunas tecnologías ya están poniendo sobre la mesa, de forma que ayuden al profesorado a entender y a seguir el ritmo acelerado y constante de cambios en los que estaremos inmersos en los próximos años.