La obsesión del Culinary Institute of Barcelona es mejorar sus procedimientos y modelos de enseñanza para que los jóvenes sean capaces de superar los escenarios de cambio, los hagan suyos y sepan adaptarse a las nuevas circunstancias con absoluta naturalidad.
En este post conocerás más sobre los tres focos en los que el Culinary Institute of Barcelona desarrolla su modelo educativo y de aprendizaje: la creatividad, la innovación y la mirada al futuro. A través de estos focos se enseña a los alumnos a fijar, perseguir y cumplir objetivos, a no tener miedo a equivocarse, y a volverse capaces de hacer cosas realmente maravillosas.
La creatividad no es un talento, sino una actitud, una forma de actuar desde la libertad de pensamiento. Se accede a ella mediante el convencimiento de esa libertad, consciente o inconscientemente. El papel de las escuelas es, entre otras cosas, proporcionar ese marco de libertad para que los alumnos puedan ejercer la creatividad, sin miedo a la penalización o al castigo. Como defendía Ken Robinson en su tesis: la creatividad en la educación debe ser tan importante como la alfabetización.
«En las escuelas se desprecia la creatividad y solo se premia la habilidad en matemáticas, lengua o historia, cuando deberían estar al mismo nivel. Los niños tienen una capacidad para innovar y unos talentos extraordinarios que están desperdiciados». - Sir Ken Robinson
En las escuelas de cocina ocurre lo mismo: se insiste en la reproducción de recetas, que es lo mismo que enseñar a copiar, y se penaliza la personalización, la variación y la aportación.
En el CIB no se enseñan recetas, en su lugar se dota al alumno de la capacidad de manejarse en tres dimensiones: producto, tecnología y contexto, para que pueda conocer, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear nuevas ideas y soluciones.
En las escuelas de cocina se inculca y se penaliza, incluso de forma humillante, que no debe salirse nadie de la norma, de lo ya preestablecido por otros.
En el CIB se alienta a los alumnos a hacerlo, a salirse de la norma de forma sistemática. Establecemos objetivos y entendemos que todo lo que dice o hace un alumno al respecto es una propuesta y esta no es buena ni mala, sino que cumple o no cumple esos objetivos.
Se establecen también potentes mecanismos de feedback para que el alumno aprenda de los errores de forma eficiente. Tradicionalmente, en la educación, el error se ha relacionado con la repetición y la imitación; si no consigues repetir o imitar correctamente, se considera un error (en el sentido negativo). En el CIB sabemos que el error es parte del proceso creativo y alentamos al alumno a que pruebe sin importarle errar.
La evolución creativa ha estado impulsada por una serie de tendencias interconectadas que se han combinado para modificar la manera de conseguir el éxito profesional en el mundo moderno. El espacio de trabajo actual es de una complejidad creciente, con circunstancias que cambian rápidamente y de manera inesperada. A esto hay que sumar el auge de la automatización y la inteligencia artificial, que prometen una reestructuración general de la forma en que se realiza el trabajo en diferentes sectores.
Junto a estos motores existe una evolución en las actitudes con respecto a la creatividad y lo que significa ser creativo. En el pasado, las organizaciones recurrían a los llamados «genios creativos» para innovar y ser competitivas, con la creencia de que la creatividad era algo con lo que solo nacían los elegidos y que la magia les llegaba mientras estaban solos, encerrados en un garaje o en un laboratorio.
Estas percepciones han evolucionado y en la actualidad la idea más extendida es que todo el mundo tiene la capacidad innata de ser creativo, y que la creación tiene lugar en una comunidad solidaria.
A pesar de este cambio en las actitudes y de la urgente necesidad de más pensamiento creativo, la mayoría de las escuelas y también de las empresas de hoy en día todavía no son capaces de proporcionar el entorno y las condiciones necesarias para que la creatividad forme parte del engranaje cultural. Esta teoría está respaldada por una investigación que revela que el 40 % de los trabajadores afirma que la creatividad no se fomenta ni se ve recompensada por su empleador y el 69 % declara que no está desarrollando todo su potencial creativo.
La creatividad no surge de la nada; es necesario fomentarla y apoyarla en el contexto de un entorno creativo en el que haya otras personas que también estén siendo creativas.
Todas estas restricciones y barreras están instauradas en nuestra forma de trabajo actual, y esta es la razón por la que las escuelas tienen que reestructurar sus espacios para fomentar aquellos hábitos y comportamientos en los que pueda florecer la creatividad.
La profesora de Harvard, Shelley Carson, en su libro Tu cerebro creativo explica que en el cerebro existen distintos patrones de activación que se asocian con modos específicos de pensamiento creativo. Nos movemos entre diferentes patrones, absorbiendo nueva información, conectando puntos, imaginando nuevas posibilidades, ejecutando en función de aquellas ideas para luego criticarlas y mejorarlas. Las actividades y herramientas que necesitamos para imbuirnos adecuadamente en estos distintos modos varían y, de esta manera, el entorno físico y cultural del espacio de trabajo influye a la hora de facilitar los flujos y reflujos de estos patrones de pensamiento.
En un mundo en el que el cambio y la incertidumbre se han convertido en la norma general, y en el que la tecnología se está infiltrando en muchos aspectos del trabajo, los trabajadores deben poder obtener provecho de aquello que les hace humanos. Todo el mundo tiene el poder de ser creativo, pero las organizaciones tienen que ser valientes para permitir que la creatividad florezca. Hacerlo no solo llevará a una mayor innovación y crecimiento empresarial, sino que también ayudará a forjar una mano de obra más comprometida y satisfecha, preparada y segura de cara al futuro.
En el Culinary Institute of Barcelona, se forman a los alumnos para que sean capaces de innovar, de hacer cosas que nadie ha hecho antes y lo hacen mediante la inculcación de la metodología Design Thinking.
La innovación es comprendida como un proceso basado en tres pasos:
El proceso se caracteriza por la alternancia de pensamiento divergente y convergente, típico del proceso de pensamiento de diseño. Pueden ser visiones de nuevas ofertas de productos o elecciones entre varias formas de crear nuevas experiencias.
El tercer espacio del proceso de innovación del pensamiento de diseño es la implementación, cuando las mejores ideas generadas durante la ideación se convierten en algo concreto.
IDEO es una de las compañías más admiradas por su aportación al desarrollo de metodologías innovadoras. A través de los años, en IDEO han desarrollado algunos principios relevante sobre la innovación:
Este conjunto de principios van ligados a la concepción de que no hay innovación sin venta o adopción de las ideas por lo que es necesario construir conceptos sólidos capaces de convencer. Se puede estar trabajando años en refinar una buena idea, pero si no se vende o no la adopta una masa crítica razonable, no es innovación, es otra cosa.
La humanidad nunca se ha enfrentado a tantos cambios como en esta nueva era que recién se inicia. Son cambios que afectan a todos los ámbitos sociales, económicos, culturales, tecnológicos, de salud, políticos y de valores.
"Debemos preparar a nuestros estudiantes para que sean verdaderos catalizadores positivos en sus equipos de trabajo, líderes fiables y eficientes, portadores de valores duraderos y, sobre todo, capaces de adelantarse a los cambios porque son excelentes observadores y analistas de sus observaciones."
- Ferran Fisas, Presidente del Culinary Institute of Barcelona
Educar para lo desconocido e imprevisible incluye capacitar a nuestros jóvenes no solo para esa mirada al futuro, sino en habilidades como la creatividad y la innovación, de forma que adquieran el hábito y la metodología acorde al reto de ese futuro.
La mayoría de nuestros jóvenes ya tienen naturalizada la actitud del cambio, pero la aceleración de los mismos la va a cuestionar y generará, previsiblemente, enfrentamientos intergeneracionales como nunca se ha visto con anterioridad.
El choque generacional es solo uno de los conflictos previsibles y afectará las reglas del mercado, con poblaciones envejecidas mayoritarias frente a nuevas generaciones minoritarias que protagonizarán la acción de tracción de esos mercados.
En el CIB fijamos la mirada al futuro, de forma tanto transversal como prioritaria en la formación de nuestros alumnos. Para que estos sean protagonistas de ese nuevo mundo y no sus testigos pasivos o sus víctimas.
Estamos viviendo cambios a una velocidad sin precedente, y es exponencial. Solo hace falta analizar el cambio de escenario que el COVID está dejando para ver como el comportamiento del mercado y del consumo está afectando a nuevos de modelos de restauración como el takeaway, las dark kitchen, la quinta gama o la alimentación saludable. Es solo un ejemplo de lo que sucede y la punta de lanza de lo que ha de suceder.
El futuro nos abruma, en los próximo diez, veinte o treinta años la humanidad verá cambios drásticos y medioambientales. Se estima que la población mundial alcanzará los diez mil millones de personas. Cifras que hacen reflexionar del cambio necesario de la alimentación humana. Los alimentos del futuro, la forma de consumirlos, producirlos y el rastro medioambiental de su consecuencia. Hoy, estamos siendo agentes de cambio y partícipes de miles de startups y proyectos que nacen de la idea de cambiar el mundo, compañías como impossible foods, compañías que crean alimentos según la composición de nuestro ADN, campos verticales urbanos o impresoras 3D que imprimen carne a partir de proteína vegetal. Estos son algunos de los muchos ejemplos que el Culinary Institute of Barcelona trae a sus aulas.